Eficienciágite (sin morir en el intento)

Perdonen el juego de palabras que he tomado prestado de «El nombre de la rosa«, de Umberto Eco, en relación al grito de guerra (más bien, de muerte) de los seguidores de Fray Dulcino do Novara: los dulcinistas. Pero me viene que ni al pelo.

¿Se han fijado en lo complicado que resulta ahora comprarse unos vaqueros o una camisa? Hay que elegir entre una prenda tipo slim fit, classic, curvy (para las chicas), etc. ¡Con lo fácil que resultaba todo antes! Da lo mismo que uno acuda a Zara, H&M, Primark, etc. Todas hacen lo mismo. Quiero creer que es así porque los consumidores nos hemos vuelto más exigentes, pero me da en la nariz que son los fabricantes los que nos están enseñando a ser exigentes (para menoscabar los resultados de su competencia).

Total. Estamos en un mundo de producción complicada, de enorme velocidad del retail, sin opción para el error o el retraso. Y no solo en el mundo textil: en todos los sectores. ¿Todos? No, grupos irreductibles de empresas aún resisten (como pueden) al ejército invasor, sin pociones mágicas ni gaitas (celtas). ¿Quieren descubrirlas? Se caracterizan por su ineficiencia, su anticuado sistema de gestión de la producción, su impasibilidad frente a la globalización y su extraordinario amor al terruño, que tratan de preservar intacto a ultranza.

 

 

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